Otro fugaz sujeto: yo

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Este sujeto al que ahora observo y reconozco en mi mismo, nació en 1978, en una ciudad de provincias de nombre Puertollano, al sur de Ciudad Real, España. Nació a los siete meses de gestación, algo precipitado, como otro espécimen humano más de entre los cuatro mil y cinco mil millones que en ese instante ya existían en la tierra. Inmediatamente después de su nacimiento, miles de seres como él hicieron lo mismo y otros tantos, dejaron de ser hijos de Eros para estrechar la mano de Tánatos. El nombre que decidieron para él fue David, nombre común de la tradición judío-cristiana cuyo significado es 'amado', como la mayoría de los productos del instinto de supervivencia de su especie. Necesario para la perpetuidad de ésta, como todos, se dispuso a emprender su cometido a trompicones: ir contra-natura y no dejar más rastro que el ego. De ese instante hasta el momento no hay mucho que reseñar. Lo que trascienda puede que se lea, o no, en esta página. Lo que no, marchará de esta tierra y ser nada acompañada de gusanos.

martes, 30 de diciembre de 2008

La eternidad es demasiado tiempo incluso para los dioses.



Si llueve y el cauce te arrastra,

vivirás reducido al griterío.


Si llueve y eres fuego,

comprenderás que Dios es aniquilador”

Rubén Sarrión “Quemaduras en la Mente”.


No conocer si la eternidad es eterna plantea serios problemas de sentido, primero, particular: -por favor dame un ejemplo-. Después gramatical: ¿es predicado eterno? ¿se puede predicar?. Por supuesto formal: eterno no es igual a universal.

¿Qué quiere decir entonces durar siempre y ser pleno? que es lo que en mi opinión creo que consiste ser eterno. Si nos ponemos estrictos, solo en algún dios podemos verlo adjetivado por sus fieles, pero, sin embargo, solo observamos ojos y ojos mirando al cielo en siglos, milenios y ningún dios que sea eterno.


La eternidad es demasiado tiempo incluso para los dioses. Ningún dios ha sido eterno. La eternidad asusta, intimida, es impensable. Para el hombre se hace tortura aun postulándose como paraíso por su abisal indeterminación. Los griegos utilizaban “agon“ para definir dicha sensación de lucha sin fin. La etimología de esta palabra es algo así como `lucha', 'enfrentamiento' y de “agon” el castellano ha formulado diferentes términos como “agonía”, aquellos momentos previos a la muerte, que aunque cercana, se hacen eternos, interminables, identificando éste con el sufrimiento de la existencia y la lucha por no perder ésta, el eterno sufrimiento de ser consciente del fin de ésta. Por qué no ha de ser así para los dioses. Es incomprensible que éstos nos hayan permitido dudar de ellos, incluso exterminarlos, hacerlos desaparecer y así disiparse en la nada o como mucho emanar en cuento que contar a los niños o enseñar a los escolares si no deseasen esquivar le eternidad mediatizándose en lo humano.

Quién venera ahora a Tánit o Baal Hamon, protectores de Cartago, sumos dioses de la cultura que nació en Tiro. Son sólo historia, rumores, leyendas. Qué pensarían esos creyentes desafortunados cuando las huestes romanas salaban las tierras de la capital cartaginense, violaban a las mujeres y degollaban a los niños, tal vez: ‘mi dios me ha abandonado’ o ‘¿qué pecado hemos cometido para que nos castigues?’. Sería poco lógico para un dios permitir que todos sus creyentes perecieran y así acabar postrado en el olvido. Sería absurdo para el omnipotente castigar a sus fieles condenándose a sí mismo, pereciendo voluntariamente ante las acometidas de sus enemigos. No obstante así ocurrió en el norte de África y ese fue el destino de Tánit y Baal Hamon, todos y cada uno de sus fieles fueron aniquilados. Tal era la furia de los del Tíber que ni se molestaron en hacer esclavos a los vencidos como era costumbre. Si así hubiera sido hubiese perdurado el recuerdo de los dioses de los descendientes de los fenicios. Todo murió con ellos.


No importa si fue la creencia la que murió y fue exterminada junto a los moradores de Cartago como afirmaría cualquier antropólogo o si fueron sus dioses los que cayeron derrotados por otra deidad o decidieron aniquilarse a sí mismos o eran falsos dioses como debería afirmar, ya que no existe otra explicación, todo aquel místico o creyente. Lo que realmente importa es que la eternidad es demasiado tiempo incluso para los dioses, nada dura para siempre, hasta el Sol está condenado a desaparecer.

En nuestros tiempos, sin embargo, nos encontramos con un fenómeno completamente nuevo y por supuesto turbador respecto a la necesidad de creencia de nuestra especie. La desmitificación de las religiones antropocéntricas tales como el cristianismo, la religión musulmana, la de los hijos de Javhe o incluso las que no se centran, 'teóricamente', en el hombre, como el budismo, ha provocado un vacío y la aparición de un nuevo darse de la creencia y la fe, sobre todo en occidente y mayoritariamente en Europa. Me refiero a lo que en algunos círculos se define como “algoísmo“. El ‘yo creo en algo’ es una de las afirmaciones más recurrentes en los temas de conversación “creenciales” y como para creer en algo es necesario darle nombre, eso es nombrarlo, hacerlo lenguaje y darle existencia, en este preciso instante elijo el silencio.


martes, 2 de diciembre de 2008

HISTORIAS REALES







CAPITULO UNO: Leticia, Felipe, Iñaqui.




Me mira a los ojos, ¡ostia!, el tío me ve y se queda tan tranquilo. No estoy seguro si me ha reconocido, yo sí sé quien es él. Desde pequeño me había llamado la atención ese chico descarado y de gesto burlón que solía gritar y reír por la plaza. Yo rondaba las calles por las que los demás niños jugaban. Normalmente los esquivaba, era nuevo en el barrio, pero a veces les miraba de lejos con cierta envidia. Él me atrajo incluso antes de saber lo que era la atracción. Se llamaba Felipe. Lo que no me esperaba era encontrármelo en el rellano de mi propia escalera, sobre todo cuando esta era otra ciudad y habían pasado más de diez años desde la última vez que le vi. Todo ha sido tan rápido que no puedo creer lo que veo:



-Salgo de casa. La luz del rellano parpadea pidiendo un descanso. Bajo las escaleras lentamente, no tengo prisa. En el edificio solo viven una vieja con su nieta de unos veinte años y yo, ellas en el segundo y yo en el primero; los bajos se reservaron para alojar locales comerciales. La luz tiembla y en un último intento por prolongar su existencia permanece varios segundos inalterable, brillando con más fuerza que nunca para luego extinguirse lentamente.

En ese momento me parece escuchar una voz algo más abajo, una voz no, un gemido sordo que se funde con el filamento de la bombilla. Me apoyo en la barandilla y desciendo con sigilo intrigado por ese sonido. Al llegar al último tramo de escaleras me agacho y miro por entre los barrotes de madera del pasamanos. Entonces los veo. Al principio solo puedo distinguir dos siluetas apoyadas contra la fría pared de baldosas de la entrada, que por cierto, son de un horrible marrón oscuro, pero poco a poco, a medida que mis ojos se van acostumbrando a la penumbra, comienzo a delimitar con más claridad sus cuerpos y los colores de sus ropas y su carne.

Vuelve a gemir... ...sin duda es ella, la nieta de la anciana del segundo. Se encuentra de espaldas a la pared con los brazos extendidos. Su pelo rubio cae suavemente oscilando acorde a los movimientos de su propietaria. Leticia es su nombre. La otra figura pertenece a un chico. Luce unos bíceps fornidos y bien formados que en todo su esplendor, entronados por una ajustada camiseta de tirantes blancos, rodean uno el cuello de Leticia mientras la besa, y el otro, cae verticalmente ayudando al antebrazo y a la mano a introducirse bajo la falda de ella. Otro gemido. Ella levanta la pierna que está mas alejada a mi, él la sostiene con el brazo que antes rodeaba su cuello. Veo sus bragas y como los dedos de él las acarician levemente, casi sin tocarlas.

Es alto, debe pasar el metro noventa, tiene el pelo castaño y bien recortado. Leticia se gira hacia donde estoy yo. Doy un paso atrás temeroso de ser descubierto. Quiero quedarme. Toda la escalera es sexo. Las sombras, cristales y paredes parecen temblar al unísono, al tempo de la escena y me retienen: hasta yo me he convertido en un elemento más de esa comunión de carne. Vuelvo a avanzar. Él le levanta las dos piernas, la sostiene en el aire, ya no debe llevar bragas, él ya no lleva pantalón. Tiene un bonito culo, torneado y sin bello, perfecto. Se mueven a compás, el se gira, me mira, es Felipe, como no me he dado cuenta antes, no ha cambiado nada-.

Sabe que estoy allí, no le importa, sigue mirándome, ¿qué quiere?. Tiene los ojos azules, de un azul que me envuelve, ya no los recordaba. Me bajo los pantalones, Felipe sigue mirando. Empiezo a acariciarme, él lo está viendo, ya no trato de esconderme, Leticia jadea, suspira. Felipe se separa de ella, la coge por la cintura y le da la vuelta mirando hacia la pared, él sigue mirándome. Leticia apoya las palmas de sus manos en la pared, arquea la cintura y levanta su culito respingón, empiezo a masturbarme, los ojos de Felipe bajan hasta mi cintura mientras una de sus manos sube la falda de Leticia mostrando sus nalgas. Se chupa dos dedos, acaricia su clítoris y su sexo, Felipe B hace lo mismo con su pene, yo sigo masturbándome cada vez más excitado. La penetra y hasta yo siento su miembro. Ella también me mira, ahora veo su cara, su afilada barbilla, su nariz aguileña, sus ojos ligeramente rasgados se enfrentan a mi rostro. Los tres chillamos, nos retorcemos, temblamos, es increíble, tres orgasmos simultáneos, ha sido mi primer trío.



Sacudo mi mano y el semen cae al suelo. Me subo los pantalones y me dirijo corriendo a mi piso, empiezo a ser consciente de lo que a pasado. ¿Cómo voy a volver a mirarla cuando me la cruce por las escaleras? ¿Y si es a Felipe B al que veo? Suena el timbre, me entra miedo. Tambaleante me acerco hasta la puerta que parece tres veces más grande de lo que recuerdo, abro.

-Hola Iñaqui, por qué es así como te llamabas, Iñaqui -.



-…si-.


-ha estado bien lo de abajo, seguro que lo repetiremos-.


-… …-


-bueno, no hace falta que digas nada. Leticia no ha querido venir, estaba cansada, mañana tiene que levantarse pronto, ya vendrá otro día, pero yo he venido a ver si estabas cansado, ya sabes, podemos hablar, recordar el barrio o… …lo que sea, la verdad es que me encantaría pasar la noche contigo, a Leticia no le importa-.


Felipe cerró la puerta tras su espalda. Iñaqui seguía callado. Fue una larga noche en la que empezó una relación que irá más allá de lo sexual, ya veremos, este es solo el primer capitulo de esta historia, es solo una de estas “Historias Reales“.