Otro fugaz sujeto: yo

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Este sujeto al que ahora observo y reconozco en mi mismo, nació en 1978, en una ciudad de provincias de nombre Puertollano, al sur de Ciudad Real, España. Nació a los siete meses de gestación, algo precipitado, como otro espécimen humano más de entre los cuatro mil y cinco mil millones que en ese instante ya existían en la tierra. Inmediatamente después de su nacimiento, miles de seres como él hicieron lo mismo y otros tantos, dejaron de ser hijos de Eros para estrechar la mano de Tánatos. El nombre que decidieron para él fue David, nombre común de la tradición judío-cristiana cuyo significado es 'amado', como la mayoría de los productos del instinto de supervivencia de su especie. Necesario para la perpetuidad de ésta, como todos, se dispuso a emprender su cometido a trompicones: ir contra-natura y no dejar más rastro que el ego. De ese instante hasta el momento no hay mucho que reseñar. Lo que trascienda puede que se lea, o no, en esta página. Lo que no, marchará de esta tierra y ser nada acompañada de gusanos.

domingo, 21 de marzo de 2010

UNOS OJITOS AZULES


"Dios dio vida eterna a los niños
que destrozarán las bombas y el napalm"
Silvio Rodríguez




Unos Ojitos azules
corrian tras la pelota,
manitas blandas, pequeñas,
miraban el horizonte.

Y las hierbas lo resbalan,
sus rodillas tocan suelo
y mirando el redondo anhelo
pone en la mina el brazo.

¡¿Dónde estará mi hijito?!
Grita una madre asustada,
y corriendo hacia el lucero
como nube que atormenta
reconoce el sonajero
 y el brazo de su niñito.

Llora y llora, no te canses,
tu hijito es ahora otra cifra,
y la carne de ese niño
triste abono de ortigas.

sábado, 13 de marzo de 2010

Sonó como un grito venido de la tierra





Sonó como un grito venido de la tierra
cuando calaste tus tacones en el suelo:
 fue en ese instante, sólo en ése,
cuando miradas atónitas de zombies embarrados
se giraron para tocar tu figura.

Labios rojos,
ojos verdes,
carne negra como el carbón.


El alba despuntaba su afilado cuchillo
mientras caíamos atónitos en el sueño
de los tuertos,
anhelando sangre con sabor a fresas
como la que brotaban de tu pecho.


Ojos negros,
pelo negro,
carne blanca como el esperma.


Mientras los gritos de los bafles
y el humeante ambiente
y los sentidos de los niños
se mezclaban con tus palabras
sabor tabaco, sabor vino,
todos supimos hambrientos
 en qué agujero chupar tu esencia,
qué mano acariciar con nuestra mano,
en qué labios meter la lengua.


Carne liviana,
ojos abiertos,
ansia que sacia,
ansia de muertos.