Otro fugaz sujeto: yo

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Este sujeto al que ahora observo y reconozco en mi mismo, nació en 1978, en una ciudad de provincias de nombre Puertollano, al sur de Ciudad Real, España. Nació a los siete meses de gestación, algo precipitado, como otro espécimen humano más de entre los cuatro mil y cinco mil millones que en ese instante ya existían en la tierra. Inmediatamente después de su nacimiento, miles de seres como él hicieron lo mismo y otros tantos, dejaron de ser hijos de Eros para estrechar la mano de Tánatos. El nombre que decidieron para él fue David, nombre común de la tradición judío-cristiana cuyo significado es 'amado', como la mayoría de los productos del instinto de supervivencia de su especie. Necesario para la perpetuidad de ésta, como todos, se dispuso a emprender su cometido a trompicones: ir contra-natura y no dejar más rastro que el ego. De ese instante hasta el momento no hay mucho que reseñar. Lo que trascienda puede que se lea, o no, en esta página. Lo que no, marchará de esta tierra y ser nada acompañada de gusanos.

sábado, 13 de octubre de 2012

DE LA EUROPA DE LAS NACIONES A LA EUROPA DE LAS REGIONES



           

 
            En el presente estudio pretendo afrontar dos momentos cruciales en la construcción de Europa. El primero más enfocado en el análisis histórico, se centrará en escudriñar el término -nación- y como la contrucción europea en el S.XIX se centró en crear los Estados en su configuración con dos acepciones diferenciadas del término: la concepción alemana y la francesa. El segundo momento al que haré referencia es el de la construcción europea actual y los retos a los que se enfrenta ante un proceso pseudofederal y transnacional de regionalización. Para hacer un análisis de ambas cuestiones analizaré e incluso compararé dos textos fundamentales para la finalidad del presente estudio, la obra clásica de  Kedourie 'Nacionalismo' y, más reciente, el libro 'Regiones de Europa. Autogobierno. Regionalismos, integración europea' de M. Caciagli[2]. De este modo tendremos una panorámica de las cuestiones referentes al nacionalismo y las regiones europeas desde la Europa postnapoleónica hasta nuestros días en los que la regionalización de Europa es un proceso fuertemente arraigado. No obstante, existe un claro sesgo temporal en cuanto que Kedourie finaliza su análisis con la Socidead de Naciones del periodo de entreguerras y Caciagli centra el suyo sobretodo en la Europa posterior al tratado de Maastrich, con lo que el S.XX y como se configuraron, reprimieron o exaltaron, regiones y nacionalismos en la II Guerra Mundial y en la Europa bipolar subsiguiente apenas son mencionados. Otro elemento a tener en cuenta es el enfoque que cada autor hace del tema. Kedourie claramente elitista, nos hablará de los movimientos, grupos o intereses que propiciaron el auge, expansión, triunfo, o fracaso de los nacionalismos y sus actores. Caciagli, desde un enfoque claramente institucionalista, se centra en el papel de organismos, gobiernos partidos e instituciones en la configuración regional europea y como está ha evolucionado espacial y temporalmente. 

            Un aspecto de  gran relevancia a mi parecer es la diferencia en ambos textos  la utilización del término Nación o Región. Teniendo en cuenta el marco histórico que tratan cada uno de los autores es evidente la utilización terminológica. Kedourie analiza la Europa que se configuró tras el estallido de la Revolución Francesa en el que la idea de Nación como un 'corpus' identitario que podía satisfacer las pretensiones emancipativas de una población subsumida en la servidumbre monárquica que en muchas ocasiones era concebida como extranjera. El nacionalismo vino a contestar dichas pretensiones, a dar los argumentos que podían movilizar a los individuos en pos de una unificación o separación territorial de las 'artificiales' condiciones en las que se encontraban. Cabe decir que nacionalismo decimonónico tiene un carácter más unionista al prevalecer el modelo italiano y alemán como los más característicos de la época, pero eso no quiere decir que el nacionalismo separatista no estuviese presente. Armenia o Polonia, esta última dividida en varios imperios, son claros ejemplos de esto último. Caciagli[3]  ,por el contrario, pretende describir y explicar la situación de las regiones en la Unión Europea, desde los comienzos de la UE, pero sobretodo a partir del Tratado de Maastrich y para ello habla de la 'Europa de las regiones' en contraposición a la Europa de las naciones postnapoleónica. El hecho de que el autor escoja el término 'región' y no 'nación' es por consiguiente fundamental para la comprensión de su obra y tiene en muchos aspectos una motivación instrumental. El término 'nación' se caracteriza por no ser unívoco y ha sido estudiado exhaustivamente. Además establece un tipo de relación con lo que pretende designar que implica que al hablar de nación se restrinja a unos tipos concretos de región o de relación con la región geográfica basada en criterios etno-lingüisticos y afectivos en el caso de que nos refiramos a la definición germánica del término, o de identificación y articulación instrumental de los estados y su ciudadanía si aceptamos la noción republicana posterior a la Revolución Francesa y del -Estado-nación-.  El término -nación- por consiguiente, se postula restrictivo. Por el contrario, el termino -región-, mucho más amplio en sus acepciones, que además incluiría las dos anteriores del término -nación-, es mucho más versátil y útil para explicar los distintos modos de relación que tienen dichas zonas regionales respecto a los estados a las que pertenecen y a la vez su relación con la UE.

            Kedourie, como ya he comentado, comienza su exposición en el momento histórico de la Revolución Francesa. La exaltación convulsa para una Europa monárquica y decadente que resultó de observar como el pueblo se erigió como dueño de su destino y la amenaza que ello suponía, creó una sinergia que con el tiempo se vería irreversible como promesa de liberación. Los intentos de restaurar los antiguos sistemas absolutistas allí donde las ideas revolucionarias habían llegado se verían a la larga inútiles o avocados con los años a su destrucción. La  idea de que los pueblos se podían revelar, destruir imperios y cambiar fronteras llegó para quedarse. Napoleón aprovechó la promesa de la libertad de los pueblos como instrumento de sus fines militares, exaltando a las 'naciones' oprimidas para crear inestabilidad que ayudara a sus fines expansionistas. Esta estrategia de intrumentalización ideológica caló en muchos rincones y su expansión se hizo inevitable.

            La influencia de la ilustración y las ideas románticas fueron considerables. Las ideas filosóficas que donde la universalidad de la razón y de las capacidades de los individuos de a forjar su propio destino eran prioritarias ensalzaron y radicalizaron aun más las pretensiones de los pueblos. La tradición, todo aquello que oliese a 'antiguo' parecía ser desdeñado. Tal fue la convulsión de estas ideas que Kedourie habla de crisis generacional en la que los hijos se enfrentaban a los padres por tales postulados. Lo que era posible en los libros debía serlo en la realidad.
                    
            Pero no solo fue la expansión de los postulados de la Revolución Francesa o las ideas  ilustradas y románticas las que fomentaron el nacionalismo. La preeminencia de una clase media y una burguesía que buscaba su lugar en el poder político también fue una causa de la rápida expansión e implantación de las ideas nacionalistas, pero la heterogeneidad de la aparición de ésta, así como su dispersión geográfica en núcleos industriales concretos, hacen que explicar el nacionalismo únicamente a través de los intereses burgueses sea un error, por lo que se han de considerar múltiples causas como las anteriormente postuladas o a las que me referiré a continuación.

            Entre las ideas que predominaban en el código nacionalista, la de que toda nación tiene un derecho natural soberano respecto a su población y sus fronteras es de suma importancia. Pero, he aquí uno de los problemas más importantes de la definición y acotación de las incipientes naciones europeas: cómo se pueden delimitar las diferentes naciones. Kedourie hace referencia a Mazzini, un joven revolucionario y sus palabras que esgrimen una a primera aproximación. “Una nación escribe ' es un conjunto mayor o menor  de seres humanos unidos en un todo orgánico al compartir un cierto número de datos reales, como la raza, la fisonomía, tradición histórica, peculiaridades intelectuales o tendencias de actuación”[4] A esta definición, añadiéndole la pertenencia a un grupo etno-lingüístico y el derecho de dichas comunidades a la emancipación de los imperios opresores para poder someterse únicamente a la voluntad general, que emana del pueblo, y constituye la propia nación, nos da una definición más o menos acotada de la idea de nación decimonónica. Es curioso que el hecho de querer emanciparse de opresores extranjeros no implicaba idea de libertad. No en pocas ocasiones, los regímenes nacionales o movimientos revolucionarios que surgieron en el S.XIX fueron mucho más duros con sus propia comunidad nacional que con los invasores extranjeros.

            No obstante, el ideal de conformar la nación respecto a las características antes mencionadas fue problemático en cuanto se tuvo que determinar la anexión nacional de determinadas zonas mixtas donde las múltiples lenguas, culturas y religiones convivían y eran pretendidas por una u otra nación. “Estos factores convierten siempre a la autonomía cultural, por sí misma, en una solución precaria e ilusoria a las demandas nacionalistas”[5] . Uno de los mayores instrumentos para configurar las fronteras fue el de los criterios lingüísticos al que apelaron autores como Fichte y que no solucionaron las controversias respecto a donde empezaba una nación y comenzaba otra. Otro elemento que se tubo en cuenta fue el de las fronteras naturales, en las que ríos y montañas hacían las veces de frontera. En algunos casos ambos factores confluian como es el caso de España y Francia y su frontera natural en los Pirineos. En muchos otros no.

            La dispersión cultural de Europa fruto de innumerables conquistas, conflictos y migraciones que tiene como máximos exponentes al medievo feudal y los conflictos derivados de la reforma protestante y el humanismo, configuró un mapa cultural, lingüístico y religioso  que dada su complejidad supuso un verdadero rompecabezas para las pretensiones nacionales. Esto unido a los intereses geoestratégicos de los incipientes estados-nación provocó serías confrontaciones y contradicciones en la creación del nuevo espacio territorial europeo. Un ejemplo de ello es el de el pueblo Polaco y las resistencias de los alemanes por concederles su autonomía.  Este problema se acentúa bajo la idea suscrita al nacionalismo de que las comunidades extranjeras deben ser asimiladas o rechazadas.

            Ante este escenario, el estallido de la I Guerra Mundial y sobre todo los tratados surgidos tras la postguerra en la Sociedad de Naciones contribuyeron a distorsionar y en parte agravar los conflictos relativos a las posiciones y tensiones nacionales. El germen de la Gran Guerra se incubó en las pretensiones imperiales Austro-húngaras y Rusas y las del nacionalismo Servio de raíz eslava que desembocaron en el asesinato de Franz Ferdinanz. En otro contexto, las tensiones coloniales también contribuyeron al inicio del conflicto. Tras su finalización, la Sociedad de Naciones surgió como un mecanismo de solución de conflictos en la convulsa y heterogénea Europa. El presidente de los EEUU, Wilson, exaltó la existencia de las nacionalidades como una condición de paz. No obstante, el concepto de 'nación' que esgrimía el estadista estaba condicionado por la experiencia americana, en la que, bajo los preceptos liberales de pensadores como Mill o Locke definían a las naciones como grupos de seres humanos que decidían gobernarse mediante un contrato social que aseguraba la libertad. Es más, para Mill, la mezcla de culturas en una convivencia pacífica es una perspectiva positiva, cosa que para un nacionalista de del S.XIX supondría una herejía. Como he dicho antes, el concepto nacionalista de autodeterminación de raíces culturales y etno-lingüísticas  implica la autodeterminación de los pueblos pero no por ello la consecución de la libertad. El concepto americano sería inverso a éste. Sin libertad no puede haber autodeterminación de los pueblos.

            La fallida de la Liga o Sociedad de Naciones, a causa de sus conflictos estructurales internos  no diluyó el problema y en su 'heredera' natural, la ONU, el problema de la autodeterminación de los pueblos sigue siendo uno de los principales. Cuestiones como la del Estado Palestino o el complejo problema en España entran en clara contradicción con el derecho a la autodeterminación de los pueblos que establece la ONU y que tiene sus raíces en el panorama nacionalista del SXIX y los postulados de la Sociedad de Naciones. No obstante, soluciones como el Estado de las Autonomías del estado español, en el que se habla, no ya de naciones, sino de  nacionalidades son soluciones que se han pretendido dar con mayor o menor fortuna y que, hablando ya de regiones, Caciagli analiza.

            Caciagli establece tres puntos cardinales sobre los que versará su libro respectoa al problema de las regiones:

  •   cómo se han puesto en funcionamiento las reformas institucionales que han cambiado la arquitectura de los estados centralizados”[6] para dar más importancia a entidades que están entre los estados, los municipios y en su caso, las provincias o similares.

  •   El papel de la integración europea en impulsar la política regional.

  •   El componente cultural. El descubrimiento de las identidades reginales culturales.


            Como comenté al inicio, el termino 'región' es mas amplio que el de 'nación'. Si el segundo se delimitaba casi exclusivamente en términos etno-culturales, el de región es mucho más versátil y a parte de estos también incluye cuestiones económicas, estructurales institucionales e instrumentales que pueden hacer una mejor descripción del proceso de regionalización de Europa. La UE, además, ha incentivado y promocionado la regionalización mediante la posibilidad de las regiones de tener presencia en Bruselas, adquiriendo competencias externas e intentando tener un papel cada vez más importante en las relaciones internacionales. 

            Por regionalización se ha de entender el conjunto de reformas con las cuales el poder central del estado transfiere competencias y funciones a las estructuras periféricas con lo que ha mutado el dónde y el quién gestiona el poder mediante una dispersión territorial de competencias institucionales. Si además tenemos en cuenta que los Estados-nación se crearon artificiosamente y que la creación de la UE es también artificial, por lo tanto no es descabellado que una organización basada en regiones no pueda darse. La integración europea a sido y es, en este sentido, el factor decisivo de la regionalización. 

            Ante las ventajas de la regionalización los estados han iniciado una serie de reformas que transforman sus relaciones centro-periferia en el casos de sistemas centralizados o varían las ya existentes entre las diferentes regiones de un estado descentralizado. El capítulo segundo del libro de Caliagi se centra en las reformas regionales de algunos países de la UE que representarían el cómo se están adaptando al nuevo panorama regional. Los países en cuestión son Italia, Francia, España, Gran Bretaña y Bélgica. Cada una de ellas tiene un sistema que partió de un punto más o menos centralizado y han acometido reformas para con las regiones. Caso paradigmático es el francés. Francia ha sido un modelo de centralismo desde la época absolutista hasta prácticamente nuestros días. L'Ille de France y París en su centro ha sido el centro político administrativo de todo el territorio francés en el que las veintidós circunscripciones eran meras delegaciones del gobierno central. No obstante, a lo largo del SXX por motivos organizativos y de gestión inicialmente y por las propias demandas de las regiones, un serie de normas han ido modificando la relación centro-periferia transfiriendo cada vez más poder y competencias a estas.  España es también una caso claro de como se han modificado las normas a favor de las regiones. El sistema español otorga gran autonomía a sus regiones llegando a ceder las competencias fiscales a algunas de ellas como son el País Vasco y Navarra. A título personal, creo que la transferencia de las competencias fiscales es un buen indicador de medición del grado de autonomía de las regiones. En este caso sería muy amplia. Pero además están transferidas competencias en sanidad, educación, seguridad... a prácticamente todas las Comunidades Autónomas.  Además, es interesante que los sistemas electorales se han modificado también para favorecer a las regiones que incluso les han permitido relacionarse directamente con la UE sin mediación del estado.
             
             Pero también están aquellos países que que completaron un proceso de federalización como Austria o Alemania, o aquellos estado centralizado que apenas han tales procesos. En el caso de los primeros es interesante observar como se han dirigido actuaciones a consolidar su regionalización, caso claro es el de el Bundestag y el Bundesrat alemán en le que la relación entre gobierno y regiones es bidireccional y han establecido mecanismos de intervención mutuos. En el otro extremo, el segundo caso, nos encontraríamos a países que acaban de ingresar en la UE como Estonia o Letonia, los cuales, por razón de su pertenencia a la URSS aun no han iniciado ninguna reforma en este sentido, aquellos países que por su entidad territorial hace innecesarias tales reformas como Luxemburgo o aquellos que por tradición histórica no se resisten a acometerlas, como es el caso de Portugal. Aun así, entre estos últimos sí se vislumbra cierto tipo de aperturismo regional.

            El capítulo sexto del libro  de Caciagli cambia el tratamiento puramente institucionalista para poder inmiscuirse en otra  temática como son las culturas políticas regionales.  Para ello el autor parte del concepto de cultura política de Alnond y su descripción anglocéntrica de la cultura cívica para criticar su etnocentrismos y trasladar dicha visión a una posición más plural que permite hablar de 'culturas políticas regionales'. Dichas culturas se  habrían configurado a lo largo de la historia por muy diversos motivos como son 'desarrollos históricos y experiencias colectivas, confesiones religiosas y conjuntos de valores, autoridades políticas y principios organizativos, estructuras económicas y sistemas diferentes de convivencia social, clases sociales y vida cotidiana comunitaria[7] etc que hace que el autor utilice la metáfora  'Una Europa de Manchas de Leopardo.'[8]  ya que no estaríamos ante un mapa homogéneo u ordenado en el que se pudieran distinguir claramente las diferentes culturas y subculturas políticas; más bien encontraríamos diferentes regiones e incluso zonas dentro de regiones que estarían más influenciadas por unas o por otras.

            Dentro de estas subdivisiones el autor se para a analizar dos de relevancia pero en claro retroceso. Serían de carácter ideológico que adjetivaría a regiones como rojas  o  blancas de si los partidos políticos dominantes y por ende la cultura política mayoritaria serian de adscripción socialista o socialdemócrata para las rojas o democristiana/conservadora para las blancas. Como he comentado, estas están en claro retroceso y cada vez más difuminadas internamente por motivos varios entre los que irían la variación de los programas de los partidos que lo han neutralizado, la propia dinámica y movilidad europea entre otros. Es más, muchos de los partidos tradicionalmente rojos o blancos han comenzado a acometer como estrategia e posicionarse o hacer políticas de aire más regionalista e incluso incluir en sus filas a partidos de esa índole. Caso este el de el PSOE, un partido de estructura federal que además, a facilitado tal hecho, el de la reginalización de su estructura y su discurso. En éste se observa como sus federaciones tiene discursos regionales como seria el PSIB en las región autonómica balear o el PSE en el País Vasco, o la integración de un partido regionalista como el PSC de Cataluña en su propia estructura, que además se han vuelto imprescindibles para los comicios electorales para el gobierno central. 

                 Este último ejemplo sirve para plantear la cuestión de que el regionalismo se ha convertido en una ideología. Si territorio, lengua y cultura son importantes, más aun es el descubrimiento de la identidad regional. Dicho descubrimiento implica la conciencia de pertenencia a un grupo determinado en el  que el paso para convertirse en ideología es el trasladar dichas motivaciones a un campo de acción concreto, el político. De este modo, los diferentes movimientos regionales han fomentado, redescubierto e incluso creado elementos identitarios, símbolos y mitos que legitimasen su posicionamiento cultural y territorial.  Durante el SXIX muchos de estos movimiento fueron conservadores y eran vistos como un lastre para la modernidad que frenaban el desarrollo capitalista. No fue hasta los años setenta del SXX que estos regionalismos no empezaron a fortalecerse. Curiosamente, el elemento común de la explosión de movimientos regionalistas no fueron tanto las reivindicaciones en materia cultural como aquellas que denunciaban los abusos económicos del centro a la periferia.

            Hemos comentado muchas características de los regionalismos y el autor establece dos categorizaciones o tipologías que nos permitirán una clasificación. La primera de ellas distingue la finalidad que persiguen los regionalismos. De esta forma tendríamos el de tipo privación relativa/bienestar donde lo que importa es el desarrollo económico El segundo tipo seria de carácter etno-lingüístico. Un tercero sería el de fines/medios, que fines se persiguen (descentralización, competencias, autonomía...) y que medios se utilizan.

            Llegados a la politización del regionalismo es imprescindible hablar de los partidos políticos regionalistas. La proliferación de éstos en toda Europa es un hecho incuestionable. No obstante, no todos persiguen los mismos fines, de la misma forma y tienen el mismo peso político, implantación o capacidad negociadora. Cagliaci establece dos clasificaciones de partidos para clarificar su distinción. La primera es la descrita por Liever de Winter. Este autor habla de partidos proteccionistas que buscan la salvaguarda cultural en el marco ya existente. Un segundo tipo serían los partidos autonomistas  que aceptan las relaciones centro-periferia pero reclama una normativa especial para el territorio. El tercer tipo es el de los partidos federalistas que buscan una autonomía acentuada. La cuarta tipología sería el de los partidos independentistas, que aspiran a la separación del estado en el que están enmarcados. La quinta y última sería la de los la de los partidos irredentistas, aquellos que buscan la separación respecto a un estado para anexionarse a otro. Es de gran importancia el papel que estos partidos juegan en sus territorios y como hacen uso de las elecciones para poder conseguir sus objetivos.  Teniendo en cuenta su implantación y fuerza electoral Caciagli hace referencia a una segunda tipificación que hace De Winter en  establece la siguiente clasificación de partidos:

  •   Hegemónicos: Con mayorías absolutas en su región.

  •   Grandes: con un porcentaje de sufragios entre el 25% y el 50%.

  •   De magnitud media: entre un 15% y un 20% de los votos.

  •   Pequeños: con votos por debajo del 15%.

 
            Pero los partidos regionales no solo centran su actuación en los marcos estatales en los que están comprendidos, también actúan a nivel europeo. En la página 247 de su libro, Caciagli establece un cuadro con los más importantes. La mayoría, pero no todos, se ha agrupado en un partido europeo, el Partido Democrático de los Pueblos de Europa (PDPE) con representación en el parlamento europeo. Las oportunidades que ofrece Europa a las regiones, así como un marco electoral que les ha sido favorable, en el que las características electorales europeas que han posibilitado mayor proporcionalidad, alto grado de abstencionismo, y alto grado de compromiso respecto a la contienda europea, han propiciado su éxito estos últimos 20 años. A la UE este hecho le puede ser favorable, y en parte de aquí viene su apoyo a las regiones. el florecimiento de la conciencia regional en todo el Continente puede proyectarse en una conciencia europea. Regiones y regionalismos pueden expresar mejor la multiuformidad de Europa”[9].

            No obstante, la Europa de las regiones es hasta le momento una ilusión, un proyecto que se fragua lentamente ante las dificultades que la dinámica europea, por necesidad propia de lo complejo de su estructura territorial, pueda avanzar más rápidamente en este sentido. La acentuada asimetría europea podría verse corregida por la regionalización e incluso se podrían asumir mayores cotas democráticas por una participación más horizontal de los territorios en Europa. Por ahora, como hemos dicho, solo es eso, un proceso.

                      

Bibliografía:

Caciagli, M. (2006), Regiones de Europa. Autogobierno. Regionalismos, integración europea, Valencia,  Ediciones Tirant lo Blanch.
Kedourie, E. (1985),  Nacionalismo. Madrid, Centro de Estudios Institucionales.




[1]    Kedourie, Nacionalismo
[2]    Caciagli, M (2006)
[3]    Caciagli, M (2006)
[4]    Kedourie, Nacionalismo, Pág 82

[5]    Íbid, Pág 91

[6]    Caciagli (2006), Pág 13.

[7]    Caciagli (2006) Pág. 157.

[8]    Íbid, Pág 158.

[9]    Caciagli (2006) Pág 263.