Otro fugaz sujeto: yo

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Este sujeto al que ahora observo y reconozco en mi mismo, nació en 1978, en una ciudad de provincias de nombre Puertollano, al sur de Ciudad Real, España. Nació a los siete meses de gestación, algo precipitado, como otro espécimen humano más de entre los cuatro mil y cinco mil millones que en ese instante ya existían en la tierra. Inmediatamente después de su nacimiento, miles de seres como él hicieron lo mismo y otros tantos, dejaron de ser hijos de Eros para estrechar la mano de Tánatos. El nombre que decidieron para él fue David, nombre común de la tradición judío-cristiana cuyo significado es 'amado', como la mayoría de los productos del instinto de supervivencia de su especie. Necesario para la perpetuidad de ésta, como todos, se dispuso a emprender su cometido a trompicones: ir contra-natura y no dejar más rastro que el ego. De ese instante hasta el momento no hay mucho que reseñar. Lo que trascienda puede que se lea, o no, en esta página. Lo que no, marchará de esta tierra y ser nada acompañada de gusanos.

jueves, 21 de enero de 2010

Escritura Asistida - Democratización Creativa





Aunque el tiempo escasea la creatividad ha de alimentarse y ejercitarse. No obstante, últimamente me he vuelto un poco perezoso en temas literarios posiblemente a causa de estar centrado en otros proyectos de tipo académico. Aun así, haciendo esfuerzos, os invito a que me ayudéis a desperezarme. ¿Cómo? Os comento: en lo que sigue de entrada adjunto un fragmento que inicié y que no ha llegado a ser nada. Es una pequeña descripción de un hecho concreto que no tiene argumento alguno. A partir de él me gustaría que me dieseis ideas para ir continuando la historia y seguir construyendo una narración. En qué se convertirá sólo el tiempo lo sabe. Espero vuestras ideas. Éstas pueden reflejar lo que ocurre a continuación, o pueden ser un hilo argumental, una descripción de personajes etc. Gracias a todas y todos por adelantado. Os dejo con el fragmento, espero que os guste. 






CEO Y AURAL 1.0

 Llegan. Han pasado las cinco de la tarde. Finales de Junio, últimos exámenes. Algunos estudiantes dispersos rondan de un lado a otro buscando una clase, un tutor, una fotocopiadora de ideas, alguien que les preste unos apuntes. Son dos. Miran a los lados, parece que intentan ubicarse. En sus manos, objetos acordes al lugar: una carpeta negra, la misma, y cada una con un bolígrafo Bic azul  enganchado con el tapón en la gomilla. Es viernes.  


–SECRETARÍA-


Casco antiguo de Palma.  La vieja casa noble ha sido adaptada para acoger  archivos, despachos, clases y oficinas.  Al rótulo de metacrilato transparente y sus letras azules le sigue una puerta de madera que alterna claroscuros marrones de diferentes barnices. Entran sin llamar.


-Hola, buenas tardes, somos alumnas. Queríamos saber si…  


-No han visto el letrero luminoso de la entrada. Por favor, salgan, cojan número y entren cuando su papel coincida con nuestras indicaciones-


-pero…  ...no hay nadie más…


-salgan-


Salen de la oficina. A la derecha, de color rojo, un recipiente de plástico  se postra  ante sus ojos indicándoles orden. Cogen una de las tiras que  dispensa: una pequeña papeleta que anuncia el número 34.  El rótulo luminoso, sobre el arco de la puerta, pasa del 32 al 33 y para un instante dubitativo, como si quien pulsa el botón, aun sabiendo del futuro, siga un protocolo tan absurdo como necesario para el discreto orden de su existencia. El Hall es un patio de suelo adoquinado, amplio, rodeado de arcos de una piedra arenisca que en Mallorca llaman ‘marés’, e invadido de hiedras, ficus y geranios.  Ellas esperan a que llegue su turno mientras al otro lado de la puerta el secretario espera a que esperen. Así son las reglas, los compases en el que todos nos desenvolvemos, el ritmo al que acostumbramos nuestras acciones desde el nacimiento hasta la doma de nuestros movimientos. Incluso las ideas que surgen de nuestro cerebro y forman una aparente libertad se amoldan al tum tum del corazón marcando existencia. Así pasa la vida, mediocre, contingente, y pasan tres segundos- Nº34-  La palabra libertad está sobrevalorada: es una quimera metafísica y teológica.


-Siguiente-


Entran en  la sala, un habitáculo suficientemente extenso como para albergar media docena de mesas de despacho y sus respectivos complementos. Sólo quedan dos hombres en la habitación. Ambos están colocados en la primera fila de mesas, que agrupadas de dos en dos, forman un puzle más ancho que largo.


Miran con cierta indecisión a los sujetos enfrentados. Luego se miran la una a la otra. Aural es la más alta. Ceo tiene las manos pequeñas.


Qué hombre les  invitó a salir es una incógnita, tal vez fuesen sus voces al unísono las que hicieron tal cosa. Los ojos de ellos miran fijamente las pantallas de ordenador de sus mesas. No se inmutan ante la presencia de las jóvenes. El de la izquierda levanta la mano, hace un gesto con el dedo indicándoles que se acerquen. Cuando están a la altura de la pantalla gira su mano hacia el suelo señalando, con el mismo dedo, las sillas vacías que hay frente a ellas.


-Siéntense-.


 VICENTE 1.0

Son las doce y media. En la puerta del lavabo de alumnos las pintadas desordenadas y  mensajes de todo tipo golpean la mirada de Vicente.


–Malditos críos-.


 A la derecha un número de teléfono invita a felaciones y sodomía.


–tentador. Aunque arriesgado-.


 Vicente dejó esos juegos cuando acabó sus estudios de Física en la universidad Complutense de Madrid, tocaba casarse, comenzar a dar clases en la plaza que había conseguido en un instituto de la periferia obrera de Palma, sentar la cabeza en el chalé que le dejaba su suegro y guardar la espalda a tentaciones.


Se baja los pantalones, coge los calzoncillos de color marrón claro con la punta de los dedos y los lleva a la altura de sus espinillas. Mira sus piernas  pálidas y  fofas, cubiertas de pelos y adornadas de manchas fruto del sol, el tiempo y los genes y piensa que todo era más sencillo cuando María aun vivía con él. Ella siempre se reía de la figura desordenada que era su cuerpo, esa ambigua silueta que forman sus caderas en la unión con el tronco, ancho en su base estrecho en altura y perfil.


-…pareces un botijo… - ríe.


-siempre con las mismas bromitas.  Vale, tengo un cuerpo raro, per tú tienes celulitis… …no te rías, eso sí que es raro, bolitas de grasa bajo la piel esperando a convertirse en leche materna–


 Una mueca de satisfacción recorre la cara de Vicente cuando el recuerdo se desvanece y deja un retrogusto pasado en el  paladar del cerebro como si fuera un buen Merlot de cosecha temprana. Siempre quiso a  María, al menos tanto como a Juan, pero Juan siempre fue anhelo y María, con el tiempo, se convirtió en carga y ruina.


Hace un esfuerzo, se le tensiona la cara. De golpe cientos de puntitos luminosos recorren su campo visual como moscas bailantes, todo se mueve. Siente un pinchazo en la cabeza y nota como todo desaparece mientras cae lentamente con el gesto conpungido y paralizado. Intenta abrir el pestillo del baño con las escasas fuerzas que posbilitan que pueda mover el brazo. No lo consige y mientras cae de rrodillas en el suelo, con los ojos fijos en las baldosas de aglomerado, se pregunta cuanto tiempo tardará en desvanecerse  del todo y ser recuerdo en boca de otros.