Otro fugaz sujeto: yo

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Este sujeto al que ahora observo y reconozco en mi mismo, nació en 1978, en una ciudad de provincias de nombre Puertollano, al sur de Ciudad Real, España. Nació a los siete meses de gestación, algo precipitado, como otro espécimen humano más de entre los cuatro mil y cinco mil millones que en ese instante ya existían en la tierra. Inmediatamente después de su nacimiento, miles de seres como él hicieron lo mismo y otros tantos, dejaron de ser hijos de Eros para estrechar la mano de Tánatos. El nombre que decidieron para él fue David, nombre común de la tradición judío-cristiana cuyo significado es 'amado', como la mayoría de los productos del instinto de supervivencia de su especie. Necesario para la perpetuidad de ésta, como todos, se dispuso a emprender su cometido a trompicones: ir contra-natura y no dejar más rastro que el ego. De ese instante hasta el momento no hay mucho que reseñar. Lo que trascienda puede que se lea, o no, en esta página. Lo que no, marchará de esta tierra y ser nada acompañada de gusanos.

domingo, 30 de junio de 2013

El Tiempo del Fin


A Rafa y Moira



Quién no sabe que de todo principio nace el tiempo,
tras un impasse imperceptible que muriendo
desata el ahora,
                                   -ya!-
cuando todo empieza,
como nuestro universo,
eones atrás,
tras la defenestración cósmica
de la explosión originaria.

Empezar es crear desde la nada el porvenir,
hacer de ese tiempo un lapso
tejido de presente cotidiano y miradas conocidas,
voces unísonas marcadas de costumbre
                                                            y de repente,
al mirar en torno al tiempo, ese tiempo
que parece que se escapa,
giras la mirada hacia el pasado
y levantas los dedos
para escudriñar el futuro,
y lo entiendes....

somos los creadores del tejido de nuestra existencia
obligados a ser libres en la elección del tiempo
el nuestro, de nadie más, aunque...
a veces, tan extraño como el choque de cuásares  en Andrómeda
se encuentra a alguien con el que empezar un tiempo,
y llegar de la mano así,
 hasta el tiempo del fin.

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