Otro fugaz sujeto: yo

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Este sujeto al que ahora observo y reconozco en mi mismo, nació en 1978, en una ciudad de provincias de nombre Puertollano, al sur de Ciudad Real, España. Nació a los siete meses de gestación, algo precipitado, como otro espécimen humano más de entre los cuatro mil y cinco mil millones que en ese instante ya existían en la tierra. Inmediatamente después de su nacimiento, miles de seres como él hicieron lo mismo y otros tantos, dejaron de ser hijos de Eros para estrechar la mano de Tánatos. El nombre que decidieron para él fue David, nombre común de la tradición judío-cristiana cuyo significado es 'amado', como la mayoría de los productos del instinto de supervivencia de su especie. Necesario para la perpetuidad de ésta, como todos, se dispuso a emprender su cometido a trompicones: ir contra-natura y no dejar más rastro que el ego. De ese instante hasta el momento no hay mucho que reseñar. Lo que trascienda puede que se lea, o no, en esta página. Lo que no, marchará de esta tierra y ser nada acompañada de gusanos.

sábado, 22 de enero de 2022

Brexit y el trilema de Rodrik


A colación del tsunami sufrido semanas por el Brexit, intentando analizar las causas del mismo, me vino a la cabeza una explicación a las tensiones existentes entre política nacional y global que podría, en cierta medida, servir también para analizar las tensiones entre instituciones supranacionales como es la Unión Europea y sus Estados miembros y que a finalizado en el Brexit. Dicha explicación se encuentra en libro de Dani Rodrik 'La Paradoja de la Globalización' (2011). En uno de los capítulos finales plantea que existe un 'trilema' en la relación entre la democracia, el estatus y soberanía de los Estados-nación y los mercados globales. Este se basa en la tensión entre 'hiperglobalización', el 'Estado-nación' y 'política democrática'.

          Por 'hiperglobalización' podemos entender a grandes rasgos
, como el máximo nivel de integración e interacción de los países en la dinámica global, fundamentalmente económica
. En términos económicos el globo se ha quedado prácticamente sin fronteras. 
El papel del Estado-Nación es paulatinamente relegado. El aumento de flujos comerciales y las finanzas siguen una tendencia regional, internacional y transnacional al alza que modifica la estructura de los propios Estados aunque con efectos y resultados diferentes. Por un lado, la globalización de la economía provoca la debilitación (que no ha de entenderse de forma amplia como su desaparición) del concepto clásico de Estado. Los Estados se tienen que adaptar política, económica y socialmente a las exigencias de los mercados globales. La consecuencia inevitable es que la economía global no está tan condicionada por las políticas nacionales en detrimento de la pujante importancia de las regiones económicas y globales. Por otro, este hecho propicia que las políticas nacionales se adapten y  transformen en redes transnacionales como es la Unión Europea para tener más fuerza.  

Al referirme al Estado-nación y su papel, el quid pro quo respecto a la dinámica global se hace relevante en referencia a la  soberanía de los Estados-nación y su capacidad para ejercerla en el marco global, que cosa ceden y que cosa no. La soberanía del Estado se enmarca en cuatro grandes bloques: soberanía interna o sea sobre su población y territorio; soberanía externa, a saber, el control de las fronteras y el flujo de mercancías y personas; soberanía westfaliana, que hace referencia a la capacidad del Estado-nación de mantener su integridad territorial sin intromisiones extranjeras; y por último, soberanía internacional, que bascula principalmente en el reconocimiento por el resto de Estados-nación de la soberanía propia. Como gestionar cesiones al respecto, para qué y con qué objetivos resulta fundamental.

          Finalmente, la política democrática es la legitimidad social y la posibilidad de cuestionar, discutir y pactar las reglas en las que la ciudadanía de los Estado-nación, como verdaderos soberanos, son capaces de modificar su estatus respecto a los dos puntos anteriores.


   Según Rodrik, no se pueden conjugar los tres factores a la vez y como mucho, se pueden elegir dos de los tres: 'si queremos hiperglobalización y democracia, tenemos que renunciar al nación Estado. Si hemos de mantener la nación Estado y también queremos hiperglobalización, tendremos que olvidarnos de la democracia. Y si queremos combinar democracia con nación Estado, adiós a una globalización profunda' (Rodrik 2011: 210).





Fuente: Rodrik (2011:210).

El primer supuesto, al sacrificar la nación Estado en pos de la hiperglobalización y la democracia se optaría por la opción de la 'gobernanaza global' mediante unas instituciones globales fuertes con poder para regular y generar estándares a nivel mundial. Éstas no harían desaparecer los gobiernos nacionales por completo, pero su poder legislativo sería mínimo ya que la capacidad democrática residiría en los organismos globales. Este modelo implica un tipo de 'federalismo global', pero como comenta el propio Rodrik, poniendo a la UE como ejemplo, al menos a nivel regional, si las dificultades de integración son hoy por hoy abrumadoras en la UE 'el federalismo real a escala global está por lo menos a un siglo de distancia' (Rodrik: 2011: 211). Además, según Rodrik, la gobernanza global daría un régimen débil a causa de la diversidad del mundo y la dificultad de imponer unas reglas comunes.
En el segundo caso, priorizar nación-Estado e hiperglobalización, como el propio Rodrik indica, sería el escenario construido por el neoliberalismo a través de la idealización armónica de la competencia global. Las políticas nacionales se ven así superpuestas por los estándares internacionales y las harían innecesarias, el Estado-nación se mantiene, pero 'los únicos servicios facilitados por los gobiernos nacionales serían aquellos que reforzaran el buen funcionamiento de los mercados internacionales' (Rodrik 2011: 210). Los gobiernos al perseguir las políticas con las que atraer las inversiones, ganarse la confianza del mercado y fomentar el comercio se ven embridados. Reforzar la confianza de los mercados implica restringir la oferta monetaria, profundizar en el -Estado mínimo-, impuestos bajos, desrregulación, mercados laborales flexibles, privatización y apertura de los mercados. Estas características, centrales en el discurso neoliberal implican atar de manos la capacidad democrática de los Estados condicionados por la hiperglobalización. Están sujetos, tal como acuñó el propio Friedman a una 'camisa de fuerza dorada' en la que si bien el Estado persiste, está sujeto a la dinámica de la integración profunda en la economía global: 'puedes tener al mismo tiempo tu globalización y tu nación Estado, siempre y cuando mantengas la democracia a raya' (Rodrik 2011: 210).
El tercer supuesto desecha la globalización profunda a favor de la democracia y la nación-Estado. Esto no implica la negación de la globalización, más bien vuelta al escenario de globalización restringida como la surgida tras el Régimen de Bretton Woods que permitía 'bailar a los países su propia música siempre que suprimieran una serie de restricciones fronterizas sobre el comercio exterior y, en general, trataran a todos sus socios comerciales del mismo modo' (Rodrik 2011:212). Esta sería la única de las tres vía posibles que permitiría a los países crear sus propias estrategias y se mantendría la democracia. De esta forma, las condiciones del mercado global y su implantación se verían condicionadas a las características propias de los Estados y no al revés, además de salvaguardar la igualdad de competencia entre los Estados dentro de sus posibilidades. Volver a estos parámetros, a saber, superar las propias contradicciones del neoliberalismo y los desajustes provocados por la financiarización de la economía a través de una 'globalización moderada mientras se reconoce explícitamente las virtudes de la diversidad nacional y la centralidad e la gobernanza nacional (…) una actualización del compromiso de Bretton Woods para el siglo XXI'. (Rodrik 2011: 246).

             A partir de aquí, tomen sus consideraciones al respecto. Intenten analizar cual de estas ha sido la elección británica. No obstante no lo veo tan sencillo. Otros factores, como los miedos que ya se dieron en el pasado y más cercanos al nacionalismo están presentes y no dependen de variables únicamente económicas. Si bien pueda parecer que los británicos han optado por la tercera vía propuesta por Rodrik, todo parece indicar que es en parte causa de la segunda vía elegida por la UE y por esos miedos, pero como he dicho, no es tan sencillo y aquí, las causas, aunque en el fondo los británicos deseen las consecuencias de esa tercera vía, ensombrecen el Brexit. Luces y sombras sobre la 'nueva gobernanza global'.




  • Rodrik D., (2011) 'La Paradoja de la Globalización', Antoni Bosch editor, Barcelona.