A colación del tsunami sufrido semanas por el Brexit, intentando analizar las causas del mismo, me vino a la cabeza una explicación a las tensiones existentes entre política nacional y global que podría, en cierta medida, servir también para analizar las tensiones entre instituciones supranacionales como es la Unión Europea y sus Estados miembros y que a finalizado en el Brexit. Dicha explicación se encuentra en libro de Dani Rodrik 'La
Paradoja de la Globalización' (2011). En uno de los capítulos finales plantea que existe un 'trilema'
en la relación entre la democracia, el estatus y soberanía de los Estados-nación y los mercados globales.
Este se basa en la tensión entre 'hiperglobalización', el 'Estado-nación'
y 'política democrática'.
Por 'hiperglobalización' podemos entender a grandes rasgos, como el máximo nivel de integración e interacción de los países en la dinámica global, fundamentalmente económica. En términos económicos el globo se ha quedado prácticamente sin fronteras. El papel del Estado-Nación es paulatinamente relegado. El aumento de flujos comerciales y las finanzas siguen una tendencia regional, internacional y transnacional al alza que modifica la estructura de los propios Estados aunque con efectos y resultados diferentes. Por un lado, la globalización de la economía provoca la debilitación (que no ha de entenderse de forma amplia como su desaparición) del concepto clásico de Estado. Los Estados se tienen que adaptar política, económica y socialmente a las exigencias de los mercados globales. La consecuencia inevitable es que la economía global no está tan condicionada por las políticas nacionales en detrimento de la pujante importancia de las regiones económicas y globales. Por otro, este hecho propicia que las políticas nacionales se adapten y transformen en redes transnacionales como es la Unión Europea para tener más fuerza.
Al referirme al Estado-nación y su papel, el quid pro quo respecto a la dinámica global se hace relevante en referencia a la soberanía de los Estados-nación y su capacidad para ejercerla en el marco global, que cosa ceden y que cosa no. La soberanía del Estado se enmarca en cuatro grandes bloques: soberanía interna o sea sobre su población y territorio; soberanía externa, a saber, el control de las fronteras y el flujo de mercancías y personas; soberanía westfaliana, que hace referencia a la capacidad del Estado-nación de mantener su integridad territorial sin intromisiones extranjeras; y por último, soberanía internacional, que bascula principalmente en el reconocimiento por el resto de Estados-nación de la soberanía propia. Como gestionar cesiones al respecto, para qué y con qué objetivos resulta fundamental.
Finalmente, la política democrática es la legitimidad social y la posibilidad de cuestionar, discutir y pactar las reglas en las que la ciudadanía de los Estado-nación, como verdaderos soberanos, son capaces de modificar su estatus respecto a los dos puntos anteriores.
Según Rodrik, no se pueden conjugar los tres factores a la vez y como mucho, se pueden elegir dos de los tres: 'si queremos hiperglobalización y democracia, tenemos que renunciar al nación Estado. Si hemos de mantener la nación Estado y también queremos hiperglobalización, tendremos que olvidarnos de la democracia. Y si queremos combinar democracia con nación Estado, adiós a una globalización profunda' (Rodrik 2011: 210).
Por 'hiperglobalización' podemos entender a grandes rasgos, como el máximo nivel de integración e interacción de los países en la dinámica global, fundamentalmente económica. En términos económicos el globo se ha quedado prácticamente sin fronteras. El papel del Estado-Nación es paulatinamente relegado. El aumento de flujos comerciales y las finanzas siguen una tendencia regional, internacional y transnacional al alza que modifica la estructura de los propios Estados aunque con efectos y resultados diferentes. Por un lado, la globalización de la economía provoca la debilitación (que no ha de entenderse de forma amplia como su desaparición) del concepto clásico de Estado. Los Estados se tienen que adaptar política, económica y socialmente a las exigencias de los mercados globales. La consecuencia inevitable es que la economía global no está tan condicionada por las políticas nacionales en detrimento de la pujante importancia de las regiones económicas y globales. Por otro, este hecho propicia que las políticas nacionales se adapten y transformen en redes transnacionales como es la Unión Europea para tener más fuerza.
Al referirme al Estado-nación y su papel, el quid pro quo respecto a la dinámica global se hace relevante en referencia a la soberanía de los Estados-nación y su capacidad para ejercerla en el marco global, que cosa ceden y que cosa no. La soberanía del Estado se enmarca en cuatro grandes bloques: soberanía interna o sea sobre su población y territorio; soberanía externa, a saber, el control de las fronteras y el flujo de mercancías y personas; soberanía westfaliana, que hace referencia a la capacidad del Estado-nación de mantener su integridad territorial sin intromisiones extranjeras; y por último, soberanía internacional, que bascula principalmente en el reconocimiento por el resto de Estados-nación de la soberanía propia. Como gestionar cesiones al respecto, para qué y con qué objetivos resulta fundamental.
Finalmente, la política democrática es la legitimidad social y la posibilidad de cuestionar, discutir y pactar las reglas en las que la ciudadanía de los Estado-nación, como verdaderos soberanos, son capaces de modificar su estatus respecto a los dos puntos anteriores.
Según Rodrik, no se pueden conjugar los tres factores a la vez y como mucho, se pueden elegir dos de los tres: 'si queremos hiperglobalización y democracia, tenemos que renunciar al nación Estado. Si hemos de mantener la nación Estado y también queremos hiperglobalización, tendremos que olvidarnos de la democracia. Y si queremos combinar democracia con nación Estado, adiós a una globalización profunda' (Rodrik 2011: 210).
Fuente: Rodrik (2011:210).
El primer supuesto, al sacrificar la nación Estado en pos de la hiperglobalización y la democracia se optaría por la opción de la 'gobernanaza global' mediante unas instituciones globales fuertes con poder para regular y generar estándares a nivel mundial. Éstas no harían desaparecer los gobiernos nacionales por completo, pero su poder legislativo sería mínimo ya que la capacidad democrática residiría en los organismos globales. Este modelo implica un tipo de 'federalismo global', pero como comenta el propio Rodrik, poniendo a la UE como ejemplo, al menos a nivel regional, si las dificultades de integración son hoy por hoy abrumadoras en la UE 'el federalismo real a escala global está por lo menos a un siglo de distancia' (Rodrik: 2011: 211). Además, según Rodrik, la gobernanza global daría un régimen débil a causa de la diversidad del mundo y la dificultad de imponer unas reglas comunes.
En el
segundo caso, priorizar nación-Estado e hiperglobalización, como el propio
Rodrik indica, sería el escenario construido por el neoliberalismo a través de la
idealización armónica de la competencia global. Las políticas
nacionales se ven así superpuestas por los estándares
internacionales y las harían innecesarias, el Estado-nación se
mantiene, pero 'los
únicos servicios facilitados por los gobiernos nacionales serían
aquellos que reforzaran el buen funcionamiento de los mercados
internacionales' (Rodrik
2011: 210). Los gobiernos al perseguir las políticas con las que
atraer las inversiones, ganarse la confianza del mercado y fomentar
el comercio se ven embridados. Reforzar la confianza de los
mercados implica restringir la oferta monetaria, profundizar en el -Estado mínimo-,
impuestos bajos, desrregulación, mercados laborales flexibles,
privatización y apertura de los mercados. Estas características,
centrales en el discurso neoliberal implican atar de manos la
capacidad democrática de los Estados condicionados por la
hiperglobalización. Están sujetos, tal como acuñó el propio
Friedman a una 'camisa
de fuerza dorada' en
la que si bien el Estado persiste, está sujeto a la dinámica de la
integración
profunda en la economía global: 'puedes
tener al mismo tiempo tu globalización y tu nación Estado, siempre
y cuando mantengas la democracia a raya' (Rodrik
2011: 210).
El
tercer supuesto desecha la globalización
profunda
a favor de la democracia y la nación-Estado. Esto no implica la
negación de la globalización, más bien vuelta al escenario de
globalización
restringida como
la surgida tras el Régimen
de Bretton Woods
que permitía 'bailar
a los países su propia música siempre que suprimieran una serie de
restricciones fronterizas sobre el comercio exterior y, en general,
trataran a todos sus socios comerciales del mismo modo' (Rodrik
2011:212). Esta sería la única de las tres vía posibles que
permitiría a los países crear sus propias estrategias y se
mantendría la democracia. De esta forma, las condiciones del mercado
global y su implantación se verían condicionadas a las
características propias de los Estados y no al revés, además de
salvaguardar la igualdad de competencia entre los Estados dentro de
sus posibilidades. Volver a estos parámetros,
a saber, superar las propias contradicciones del neoliberalismo y los
desajustes provocados por la financiarización de la economía a
través de una 'globalización
moderada mientras se reconoce explícitamente las virtudes de la
diversidad nacional y la centralidad e la gobernanza nacional (…)
una actualización del compromiso de Bretton Woods para el siglo
XXI'. (Rodrik
2011: 246).
A partir de aquí, tomen sus consideraciones al respecto. Intenten analizar cual de estas ha sido la elección británica. No obstante no lo veo tan sencillo. Otros factores, como los miedos que ya se dieron en el pasado y más cercanos al nacionalismo están presentes y no dependen de variables únicamente económicas. Si bien pueda parecer que los británicos han optado por la tercera vía propuesta por Rodrik, todo parece indicar que es en parte causa de la segunda vía elegida por la UE y por esos miedos, pero como he dicho, no es tan sencillo y aquí, las causas, aunque en el fondo los británicos deseen las consecuencias de esa tercera vía, ensombrecen el Brexit. Luces y sombras sobre la 'nueva gobernanza global'.
A partir de aquí, tomen sus consideraciones al respecto. Intenten analizar cual de estas ha sido la elección británica. No obstante no lo veo tan sencillo. Otros factores, como los miedos que ya se dieron en el pasado y más cercanos al nacionalismo están presentes y no dependen de variables únicamente económicas. Si bien pueda parecer que los británicos han optado por la tercera vía propuesta por Rodrik, todo parece indicar que es en parte causa de la segunda vía elegida por la UE y por esos miedos, pero como he dicho, no es tan sencillo y aquí, las causas, aunque en el fondo los británicos deseen las consecuencias de esa tercera vía, ensombrecen el Brexit. Luces y sombras sobre la 'nueva gobernanza global'.
- Rodrik D., (2011) 'La Paradoja de la Globalización', Antoni Bosch editor, Barcelona.
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