Sonó como un grito venido de la tierra
cuando calaste tus tacones en el suelo:
fue en ese instante, sólo en ése,
cuando miradas atónitas de zombies embarrados
se giraron para tocar tu figura.
Labios rojos,
ojos verdes,
carne negra como el carbón.
El alba despuntaba su afilado cuchillo
mientras caíamos atónitos en el sueño
de los tuertos,
anhelando sangre con sabor a fresas
como la que brotaban de tu pecho.
Ojos negros,
pelo negro,
carne blanca como el esperma.
Mientras los gritos de los bafles
y el humeante ambiente
y los sentidos de los niños
se mezclaban con tus palabras
sabor tabaco, sabor vino,
todos supimos hambrientos
en qué agujero chupar tu esencia,
qué mano acariciar con nuestra mano,
en qué labios meter la lengua.
Carne liviana,
ojos abiertos,
ansia que sacia,
ansia de muertos.
Yo me quedo con la parte del esperma
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