Con la caída del muro de Berlín se abrió un nuevo panorama en que la mundialización cuasi hegemónica del neoliberalismo parecía reafirmar a este sistema como el único viable en la postmodernidad postindustrial. La transición a esa ‘aparente’ hegemonía se inició en los años setenta con la reacción liberal del thatcherismo en Gran Bretaña y los gobiernos Reagan en EEUU. Tras la crisis del petróleo del 73 se apreciaban síntomas de agotamiento del Keynesianismo y de la política del ‘Estado de Bienestar’. La debilidad de éste y la zozobra y hundimiento de la Unión Soviética parecían pronosticar, como afirmó Fukuyama, ‘el fin de la historia’, sobre todo, si entendemos ésta desde la perspectiva del triunfo del liberalismo y el fracaso del materialismo marxista en un contexto de estructuras sociales, partidistas y de grupos de poder, clásico. Los años 90 parecieron corroborar estas tesis y parecían dar la razón a los abanderados del neoliberalismo e impulsar el proyecto de mundialización del mismo. Organismos internacionales como el FMI, el BM o la OMC parecían y parecen asentar y trabajar en esa dirección.
Mientras tanto, el movimiento obrero, aturdido, desorientado, sin rumbo y referencia, parecía ser incapaz de plantar cara o reaccionar frente a dicha dinámica a la vez que, en tal situación, el desencanto generalizado hacia el sindicalismo corporativo y los partidos tradicionales de izquierdas, propiciaron que las generaciones de jóvenes de los años 70-80-90 y principios de siglo XXI se sintieran y se sientan, cada vez menos identificados por ellos y se vinculen de forma progresiva a otros tipos de movimientos, ya que, tal como afirma TARROW en su artículo “Rooted Cosmopolitans and Transnational Activists” (2002) en http://government.arts.cornell.edu/assets/faculty/docs/tarrow/rooted_cosmopolitans.pdf, la caída del movimiento obrero clásico, al desaparecer su influencia y estructura de masas, que fue su garantía en el S.XX, y desencantar a los posibles nuevos seguidores tanto por el fiasco de la URSS como por la desactivación e institucionalización de sus reivindicaciones (del movimiento obrero clásico), ha dejado paso y terreno a otras formas y grupos de reivindicación social, cultural, económica, política…. reflejados en un nuevo activismo no formal. La otra alternativa, mucho más preocupante, es que pasen a formar parte del escepticismo político del que somos testigos y que parece afianzarse y crecer en las democracias consolidadas. Pero centrémonos en los movimientos de reivindicación alternativos o ‘outsiders’. Concibo ‘outsider’ como fuera de las instituciones, no alineados con ellas o sin una estructura formal que incluya relación o dependencia institucional. No obstante, no se ha de obviar que muchas de estas organizaciones, mayoritariamente ONG’s, movimientos ecologistas, organizaciones denominadas ‘antiglobalización’ y movimientos sociales, han acabado por depender de las subvenciones o proyectos institucionales convirtiéndose en ‘insiders’, o sea, entrando en el sistema, institucionalizándose y formando parte del éste. Ejemplo claro de ello es el Partido Verde Alemán o la gran mayoría de ONG’s que al crecer, profesionalizarse y burocratizarse se han convertido en -empresas de solidaridad o reivindicación-, o lo que es lo mismo, han basculado de una estructura ‘no formal’ a una ‘formal’ en los términos a los que me he referido anteriormente.
No obstante, estos movimientos ‘antiglobalización’ contra o anti-sistema, reflejan nuevas formas de darse el activismo político. Esto queda claro en el hecho de que no sólo no se ha llegado al fin de la historia como he mencionado que afirmaba Fukuyama, todo lo contrario, nos encontramos ante un nuevo tipo de encrucijada. Para ver el proceso seguido desde la irrupción de esta nueva forma de activismo en los años 90 y como se ha desarrollado en el estado español y estructurado este ‘nuevo orden de la reivindicación y demanda social’ se puede ver una interesante cronología/analogía sobre los mismos en el artículo de Jaime Pastor Verdú en “El Movimiento ‘Antiglobalización’ y sus Particularidades en el Caso Español”; Revista de Estudios de Juventud, Marzo 2007, nº 76.
Si a esto le añadimos los cambios en las dinámicas migratorias y los modos de actuar del ciudadano cosmopolita; el papel de la nuevas tecnologías de la información; el panorama belicoso y las actuaciones del terrorismo internacional; los movimientos antisistema/antiglobalización/alternativos y su rápida e incluso sorprendente organización y expansión como es ejemplo claro ATTAC o los Foros Sociales Mundiales, iniciados como reacción al liberalismo, o las contracumbres del FMI, G-8, OMC, BM, como en las que Seatle, Génova o Madrid; la reconfiguración partidista; la crisis del Estado-nación como epicentro político; y las ofensivas del mercado que socavan las estructuras democráticas y que han desembocado en una crisis sistémica mundial, es evidente que se ha configurado un panorama sustancialmente diferente al que los adalides del liberalismo profetizaban en los años 90 y por consiguiente, las tesis que defendían tal hegemonía han de revisarse o darse por –no validas- en muchas de sus conclusiones. En el texto de Norris “Political parties, Social Capital and Civic Society, Conclusions”En “Democratic Phoenix. Reinventing Political Activism” (pp. 13-70). Madrid 2002, ED. Taurus, encontramos referencias y explicaciones a los cambios habidos en los últimos tiempos respecto a muchas de la cuestiones antes mencionadas como las diferencias en el mapa partidista, su diferente estructura al igual que en el ‘capital social’ y ‘sociedad civil’.
Por qué afirmar que el panorama ha cambiado. ¿No es aventurado afirmar que estos movimientos que, además parecen haberse desinflado con el paso del tiempo y el crecimiento de sus estructuras no han conseguido, a simple vista, grandes cambios efectivos? La explicación no es sencilla: el paradigma de -actor político- y de -cultura global- ha cambiado. Aunque estemos aun planteándonos las preguntas a responder para nuevos retos y aun encontremos inmersos en políticas profundamente neoliberales, es evidente que la política normal/formal (normal/normalizada, formal/formalizadahegemónica / consensuada) que representa la estructura liberal del estado es incapaz de hacer frente a los retos de la sociedad global. Es incapaz de responder a las cuestiones que la sociedad le demanda, que la cultura global requiere y que las nuevas relaciones transnacionales efectúan y, más importante, es incapaz de aportar soluciones a las crisis que genera su propia estructura. El sistema liberal, estancado en su propia idiosincrasia, no puede afrontar nuevos retos, aunque aparente o pretenda convencernos de que todo cambia para que todo siga igual. El Liberalismo cayó en la primera década del SXXI en una dinámica de autocomplacencia que le ha sumido en una unívoca falta de recursos adaptativos a las nuevas formas de darse de las relaciones transnacionales en todos los niveles. El carácter inestable, injusto e insostenible del necesario crecimiento ad infinitum del capital a propiciado que ‘muriese de éxito’.
En los últimos dos años nos hemos encontrado con una crisis financiera a nivel mundial que ha hecho cambiar las tornas. Si bien los argumentos esgrimidos en los párrafos anteriores hacían referencia cuestiones sociales vindicativas y reivindicativas frente a un panorama de hegemonía liberal en el que, como he comentado, hacen inquietar a grandes rasgos las tesis que hablan de el neoliberalismo, el debacle del sistema financiero las ha abierto en canal y ha dejado a la luz que el paradigma liberal está tocado en su estructura más profunda. Ulrich Beck en “La sociedad del Riesgo Global”; Madrid 2006 Ed. SXXI, afirma que la sociedad actual está sumida en un panorama de riesgo global en niveles interrelacionados como el ecológico, económico, sostenible... y que la dinámica capitalista genera riesgos y consecuencias no deseadas que parten de sus propias necesidades productivas, reproductivas y sistémicas. El liberalismo, intentando regenerarse como el Fénix de sus cenizas del Crack del 29, procuró a partir de los años 70, volver a ser lo que era, condenándose a un nuevo fracaso en el 2008. No obstante aun da coletazos moribundos y pretende hacer girar la mirada hacia el residual estado de bienestar intentando convencernos, a base de falacias, de que es el sistema del estado de bienestar la causa de los males del mundo (que ironía). El cadáver teórico en que se ha convertido es, sin duda, un nido de gusanos autónomos que pretende devorar las entrañas y los restos que aún perduran en abundancia considerable de un sistema en lenta descomposición. No se ha percatado que de esa carne sobrante los nutrientes son finitos y de ese esqueleto restante una vez devorado y muertos los gusanos, sólo quedará encuadrar una musculatura nueva capaz de mover el tronco global del planeta. Aun es pronto para saber qué aspecto tendrá la criatura, pero criatura global la habrá, no queda otro remedio, o sí… …que, como he dicho antes, todo cambie para que todo siga igual y caer, inexorablemente, en la nada.