Internet y Acción Política Colectiva: La Quimera de la Democracia Online
David Gómez Cejudo
David Gómez Cejudo
“La alienación del espectador en beneficio del objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se expresa así: cuanto más contempla menos vive; cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad menos comprende su propia existencia y su propio deseo. La exterioridad del espectáculo respecto del hombre activo se manifiesta en que sus propios gestos ya no son suyos, sino de otro que lo representa. Por eso el espectador no encuentra su lugar en ninguna parte, porque el espectáculo está en todas.”
Guy Debord[1]
“…la técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición. Al multiplicar las reproducciones pone su presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible. Y confiere actualidad a lo reproducido al permitirle salir, desde su situación respectiva, al encuentro de cada destinatario. Ambos procesos conducen a una fuerte conmoción de lo transmitido, a una conmoción de la tradición, que es el reverso de la actual crisis y de la renovación de la humanidad. Están además en estrecha relación con los movimientos de masas de nuestros días.”
Walter Benjamin[2]
Relación emisor-medios-receptor.
Que internet y los medios de comunicación de la era digital están transformando el panorama informativo mundial es obvio. La relación, en lo que a comunicación política se refiere, entre el emisor de la información, tradicionalmente el actor político, y el público receptor, mediada por los mecanismos de información tradicionales, como la prensa en papel o la televisión, otorgaban a estos últimos un papel prioritario como canal de transmisión de la información y generador de opinión. Ante las nuevas tecnologías, inmediatas, y sobre todo Internet, parece necesario replantear como los medios informativos son capaces de influir en el público respecto a sus posiciones o acción política individual, y como dichos medios son capaces de canalizar ideas o movimientos sociales heterogéneos y de muy diversa índole y aspiraciones en su acción política colectiva.
Es indiscutible que las nuevas tecnologías han o pretender ser un instrumento ‘democratizador’ de la acción comunicativa, o al menos la han convertido en una acción comunicativa más directa. No estamos ya ante un receptor pasivo de información pre-interpretada por el periodista, línea editorial o medio emisor, si no que el propio receptor, a través de la red, puede seleccionar entre una vasta variedad de canales informativos que van de la comunicación tradicional de medios que han optado por la red como forma de difusión (diarios digitales o canales de televisión digital) hasta convertirse en emisor de información a través de videos, chats o redes sociales que son capaces de transmitir la información de forma inmediata e interactiva.
Acción colectiva, información centrífuga y público.
Gianpetro Mazzoleni en su libro “La comunicación Política”[3] hace referencia a la tercera fase de la comunicación política en la que nos encontramos. Si la primera fase se caracterizó por la hegemonía de la prensa escrita y su impacto en un reducido número de individuos, la segunda, protagonizada por la televisión como medio dominante convertía la comunicación política en centrípeta, centrada y focalizada en y desde los grandes canales de televisión, con un público masivo en un modelo típicamente mediatizado y, desde mi perspectiva, espectacularizado; en la tercera fase, ésta en la que nos encontramos, la comunicación política se ha ‘posmodernizado’, a saber, se ha convertido en una información fragmentada que no posee visiones unitarias de la realidad e información política y que se emite y percibe de forma centrífuga, dispersa y múltiple, tanto en canales emisores como en posibilidades de recepción.
Los efectos de esta tercera fase –inmediata- de la comunicación política, las consecuencias y emisiones como el efecto en los receptores o público pueden ser de muy diversa índole dependiendo de quién y cómo se emite y coordina la acción/comunicación política colectiva. Así pues, como emisores y a la vez receptores de los flujos de información o coordinación de acción colectiva podemos distinguir, entre otros, desde movimientos cívicos, sociales, ecologistas, antisistema o alter-globalizadores hasta el fundamentalismo religioso o el terrorismo que son capaces de utilizar y aprovechar los medios que ‘la red’ pone a su alcance. La diversidad de actuaciones es por ende heterogénea.
Además, no hemos de olvidar otra característica a nivel académico/profesional: que este ‘público generador de noticias’ emisor y receptor al tiempo, suele ser parcial. La multitud de focos informativos puede salvaguardar cierto grado de objetividad aunque la falta de rigor periodístico es evidente al igual que la ausencia de cualquier tipo de ‘código deontológico’ que nos pueda hacer confiar en una u otra información. Individuos sin ningún tipo de acreditación o formación verificable, móvil en mano, pretenden dar uso informativo de sus experiencias cayendo en la parcialidad y la demagogia propias de la falta de conocimientos científicos respecto a la acción comunicativa/periodística. Estas acciones, acunadas por cierta aura de veracidad que rodea a la red, pueden generar espirales interpretativas que pueden provocar desinformación, o mejor dicho, ‘malinformación’.
Uno de los fenómenos más recientes en la red a este respecto es lo que aquí denomino con un neologismo, si se me permite: la ‘conspiranoia’, a saber, a través de la repetición de mensajes cuya veracidad no ha sido contrastada acaban adquiriendo cuerpo y formas pseudocientíficas capaces de, digámoslo claro, embaucar a los internautas haciéndoles creer en hipostataciones y quimeras argumentativas que no van allá de la mera especulación y generan realidades alternativas e ilusorias. Dicho corpus teórico pseudocientífico con apariencia de verdad, retroalimentado por el feed-back de los propios internautas, que auto-refrendan sus propias teorías, genera imágenes que deforman la realidad. De ahí ‘conspiranoia’, paranoia conspiratoria. No obstante, aun con estos riesgos, unidos al de la utilización de la red, como he comentado, por parte de grupos fanáticos o terroristas, para organizar y amplificar su mensaje y aspiraciones, ponen en evidencia que al afrontar el poder movilizador de la red, del que se se han de admirar sus virtudes, también se ha de estar alerta ante sus riesgos y asumir ciertas precauciones.
Además, no hemos de olvidar otra característica a nivel académico/profesional: que este ‘público generador de noticias’ emisor y receptor al tiempo, suele ser parcial. La multitud de focos informativos puede salvaguardar cierto grado de objetividad aunque la falta de rigor periodístico es evidente al igual que la ausencia de cualquier tipo de ‘código deontológico’ que nos pueda hacer confiar en una u otra información. Individuos sin ningún tipo de acreditación o formación verificable, móvil en mano, pretenden dar uso informativo de sus experiencias cayendo en la parcialidad y la demagogia propias de la falta de conocimientos científicos respecto a la acción comunicativa/periodística. Estas acciones, acunadas por cierta aura de veracidad que rodea a la red, pueden generar espirales interpretativas que pueden provocar desinformación, o mejor dicho, ‘malinformación’.
Uno de los fenómenos más recientes en la red a este respecto es lo que aquí denomino con un neologismo, si se me permite: la ‘conspiranoia’, a saber, a través de la repetición de mensajes cuya veracidad no ha sido contrastada acaban adquiriendo cuerpo y formas pseudocientíficas capaces de, digámoslo claro, embaucar a los internautas haciéndoles creer en hipostataciones y quimeras argumentativas que no van allá de la mera especulación y generan realidades alternativas e ilusorias. Dicho corpus teórico pseudocientífico con apariencia de verdad, retroalimentado por el feed-back de los propios internautas, que auto-refrendan sus propias teorías, genera imágenes que deforman la realidad. De ahí ‘conspiranoia’, paranoia conspiratoria. No obstante, aun con estos riesgos, unidos al de la utilización de la red, como he comentado, por parte de grupos fanáticos o terroristas, para organizar y amplificar su mensaje y aspiraciones, ponen en evidencia que al afrontar el poder movilizador de la red, del que se se han de admirar sus virtudes, también se ha de estar alerta ante sus riesgos y asumir ciertas precauciones.
“Blog and Bullets”.
El artículo Blog and Bullets[4], de la publicación PEACEWORKS que edita The United States Institute of Peace (USIP) y del que dejo transcripción como anexo al final de esta reflexión, pone en evidencia dicha controversia respecto a los beneficios que tan vehementemente se defienden desde muy diversos sectores respecto a la capacidad informativa y transformadora de los –media- y ciertas precauciones que se han de tener respecto a la acción colectiva, la interpretación de la misma y su difusión/repercusión a través de los canales de comunicación online. Interesante es el análisis de cómo se ha generado una visión que no deja de tener un cierto aire romántico y maniqueista en la que “…los chicos malos con todas las herramientas de la opresión a su disposición puede ser derribados por un grupo de ciudadanos valientes armados con poco más que los teléfonos celulares y cuentas de Twitter”[5] Desde dicha publicación no se niegan las capacidades y posibilidades de coordinación de la acción colectiva a través de dichos medios, si no que se pide precaución y rigor en la interpretación de los mismos y la praxis política que puede derivarse de ellos por los peligros, entre otros, que he mencionado en el punto anterior. Por ello, se establecen varias cuestiones hay que tener en cuenta al respecto:
· “Sea escéptico con vastos reclamos sobre el poder democratizador de los nuevos medios”.
· “Reconozca los efectos positivos y negativos de los nuevos medios.”
· “Tenga cuidado con las reacciones violentas.”
Conclusión respecto a acontecimientos recientes.
No obstante, los acontecimientos acaecidos en el norte de África en las últimas semanas dan cuenta de las posibilidades de la red como herramienta de difusión de la información. En regímenes dictatoriales como el de Egipto, Túnez o Libia, el control de la información por parte de las autoridades ha sido ineficiente, aunque por parte de sus dirigentes lo que se pretendía era más que el control de la información, era el control de la coordinación entre individuos a través de las redes sociales.
En todos los telediarios del mundo se han podido observar y conocer de forma inmediata informaciones y videos que en cuestión de segundos ya circulaban por la red y daban cuenta de lo que ocurría en las calles de estos países. El papel de las redes sociales no ha sido por consiguiente una cuestión secundaria, si no todo lo contrario. La coordinación de la acción colectiva a través de ella ha sido constante y ha posibilitado la coordinación de la acción colectiva en las manifestaciones en contra de dichos regímenes. No obstante, sin caer en la idealización que he mencionado, se ha de advertir que los factores que han provocado las crisis estaban incubándose desde hace años en dichos países, me atrevería decir que desde la primera guerra mundial y los procesos de descolonización unidos a otros aspectos relacionados con la globalización como son la necesidad del control energético, o demográficos, como es elevado número de individuos jóvenes en dichos países sin apenas expectativas de futuro.
No obstante, y para concluir, he de afirmar que la red, con su multiplicidad, fragmentación y posibilidades, a marcado un antes y in después en el papel de los medios respecto a la coordinación y acción colectiva. Sin poder hablar de una democratización global de la información, que aun se está gestando, y teniendo en cuenta los peligros y precauciones que se han de tomar al respecto, la política, desde la red local de una aldea del norte de Argelia, pasando por una localidad turística de las Islas Baleares hasta las decisiones políticas y los resultados electorales a nivel estatal, estarán cada vez más relacionadas con los flujos bidireccionales de la acción/información interactiva que proporcionan esta tercera fase de la era de la comunicación.
ANEXO: Blog and Bullets
“Conventional wisdom often assumes the world is like a Hollywood movie, in which bad guys with all the tools of oppression at their disposal can be brought down by a band of plucky citizens armed with little more than cell phones and Twitter accounts. In the real world, dictatorial regimes are not nearly as vulnerable, citizens not nearly as organized, and new media not nearly as powerful as these narratives assume. Regimes, such as those in Iran and China, have vast resources of repression with which to control their populations and the media, old and new. Real revolution is usually slow to come, if at all. A year after the “Twitter revolution,” Ahmadinejad is still in power, although his regime has lost considerable legitimacy. Similarly, conventional wisdom often paints too rosy a picture of the role of new media in contentious politics, assuming it to be an agent of democracy and peace. In fact, social networking and other new media technologies can just as easily be used to radicalize, exclude, and enrage.
Policymakers have an especially tricky tightrope to walk, as evidenced by the reactions to Clinton’s “One Internet” speech. Both the Iranian and Chinese governments used it as a pretext for rallying their media and citizens against perceived American hegemony. There are diplomatic and strategic ramifications to how policymakers talk about the role of new media in challenging authoritarian regimes. More troubling is the potential moral hazard: such rhetoric may lead regime opponents to believe that the international community will protect and support them with more than words and green Facebook pages. Ultimately, as Clinton implicitly suggested in her address, more and better study of new media’s role in contested political action is needed to make good policy. As this report has argued, these future studies need to be cross-cultural, theoretically grounded, empirically varied and sophisticated, and perhaps most importantly open-minded about technology’s strengths and weaknesses.
What specific recommendations emerge from present findings?
■■ Be skeptical of sweeping claims about the democratizing power of new media. Although new media can plausibly shape contentious politics, they are only one among a number of important political factors. As this report demonstrates, there remain massive gaps in our knowledge about their effects at multiple levels and the interaction among those levels. The suggestions for improved research design and data in this report are not simply the methodological complaint of academics. If policymakers hope to act effectively, they need to get the causal mechanisms right or else risk wasting effort and resources on ineffective actions—or even making things worse
■■ Acknowledge the good and bad effects of new media. Opening up the Internet may not be a panacea. While a free media may improve the prospects for collective action, the effects on intergroup relations may be more troubling. As the genocide in Rwanda illustrated, traditional media can be used to mobilize and organize ethnic conflict, leading to mass violence—and there is no reason to assume that new media will pay attention if it does, or that such attention will lead to international intervention. New media may be more likely to promote polarization and to provide targeted communication channels for already polarized groups than do traditional forms of broadcasting and mass media. If the United States and other democratic countries want to construct new media platforms, they can adopt one of three broad approaches. First, they can limit use of the platform to groups that are unlikely to foment conflict or violence. This makes it less likely that the platform will have harmful consequences, but also less likely that the platform will succeed. Second, they can seek to engineer platforms so as to encourage exchange rather than polarization between different groups. Third, they can provide fully open platforms, mindful of the possible risks associated with them. But each of these approaches is problematic in its own way.
■■ Beware of backlash. Although the sentiment behind the push for Internet freedom is admirable, efforts to help antiauthoritarian movements by providing access to new media platforms may have unintended consequences. Regimes remain well financed and effective in their determined efforts to hold on to power, and usually find ways to adjust to new challenges to their control. In future situations of unrest, despotic governments will likely do a better job of disseminating disinformation and using it to discredit nontraditional channels of communication. The United States needs to carefully balance its efforts to promote such freedoms with the risk of a backlash discrediting the activists it hopes to support.
■■ Do not mistake information for influence. Absent a “boomerang effect” feedback loop, or some other meaningful mechanism, information dissemination to the outside world is insufficient to effect significant domestic change. Providing information and content via new media to the outside world can generate sympathy and support, and can also allow this content to be rebroadcast to the country in question. However, unless the outside world can generate real pressure on the regime, or otherwise be helpful, this is unlikely to do more than provide a modest feeling of solidarity. Activists should recognize these limits and work, for example, with less sexy but more robust forms of communication and organization such as wall posters—while leveraging the advantages that new media can sometimes present. It is important to find a proper balance between knee-jerk skepticism of technology’s promise and the techno-utopianism that too often plagues public discourse. As a first step, this report has outlined the research problem, constructed a framework for further analysis, and discussed important new sources of data for that analysis. The next step, the authors believe, is to develop these data sources as part of a rigorously designed research program. This would generate useful knowledge for academics and policymakers alike about how new media does and could affect contentious politics”.
Fuente: BLOGS AND BULLETS. New media in contentious politics. Washington D.C., USIP.
Sean Aday, Henry Farrell, Marc Lynch, John Sides (George Washington University), John Kelly (Morningside Analytics), Ethan Zuckerman (Berkman Center for Internet and Society): 28-29, en http://www.usip.org/files/resources/pw65.pdf
[1] DEBORD, Guy; “La Sociedad del Espectáculo”; en http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/Societe.pdf ; pág. 8, Parágrafo 30.
[3] MANZZOLENI, Ginapetro; “La Comunicación Política”; Alianza Editorial; Nadrid 2004; pág. 48-49.
[4] Sean Aday, Henry Farrell, Marc Lynch, John Sides (George Washington University), John Kelly (Morningside Analytics), Ethan Zuckerman (Berkman Center for Internet and Society); “BLOGS AND BULLETS; New media in contentious politics” Paceworks 65; Washington D.C., USIP; Págs.28 -29; también disponible en http://www.usip.org/files/resources/pw65.pdf
[5] IBID (traducción propia).
[6] IBID (traducción propia). La explicación detallada de cada uno de estos punto la encontrará en el artículo del ANEXO.
De acuerdo en general con las precauciones que hay que tomar a la hora de interpretar los síntomas que podemos percibir de las movidas de la red. De acuerdo en que no se puede dar a esos síntomas la categoría de pruebas irrefutables de la existencia de enfermedad, ni de la gravedad de la misma.
ResponderEliminarPero coincidirás conmigo en que cada vez más, la red es campo de batalla de luchas muy interesantes y escritorio libre para que la gente de a pie, como tu y yo, podamos expresar nuestras opiniones sobre hechos que vivimos directamente, en la misma red. Es decir la red nos da información en directo y sin intermediaciones interesadas (todas lo son) sobre hechos, y nos permite valorarlos, opinar sobre ellos, calificarlos, compartirlos, amlificarlos, apoyarlos o no y, sobre todo, comunicar todo eso a nuestros conectores.
Sr.Gómez,no existe posibilidad alguna de democratización,si la información cae en manos de ignorantes y internet es un instrumento en manos de necios y charlatanes.El sistema educativo esta en horas mas que bajas y sigue cayendo.Internet acabara dinamitandose en nuestras manos y se convertirá en el dueño y señor de este planeta,si seguimos alimentandolo de información.Este bicho acabará con nosotros los terrícolas.PD.Es el argumento para la próxima entrega de Terminator.
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